La poesía de Javier Moro Hernández vertida en su reciente libro Generación perdida tiene el poder de la alquimia. Es cierto que el libro se rige por tres momentos, pero hay una sensación prevaleciente en cada uno de ellos, la experiencia sensorial de que el cuerpo ya no lo es más, de la transformación del cuerpo en un papel que viaja de mano en mano intentando encontrar otros cuerpos desaparecidos, del cuerpo siendo sombra, siendo fantasma, o simplemente memoria, incluso, identificarte con el cuerpo de un hipopótamo. Adentrarse a estas páginas escritas por Moro en definitiva es una sensación mutante.
Ahora bien, hablemos en especifico de los momentos trazados por Moro en este poemario. En primera instancia el momento denominado «señas particulares» es un acercamiento a este «gran problema nacional» que representa los miles de desaparecidos en México en los últimos sexenios, en lo que va de este milenio. El acercamiento de Moro a este tema es por un lado ofreciendo datos que no son más que un balde de agua fría, liquido para enfrentarnos con una realidad abrumadora. Por otro lado nos presenta una prosopopeya, atribuyendo cualidades humanas a un objeto como el papel y la tinta que son utilizados para describir las señas particulares de una persona desaparecida, pero eso, es justamente lo que nos deja helados, pues ya es en sí una personificación ese papel que ronda por las calles, es lo que queda de un ser humano. Y es entonces que entra la siguiente figura, la sombra, el fantasma, en palabras de Moro:
Estamos envueltos en el olor de la pólvora,
de la sangre,
de la ausencia.
Somos descarriados, hace mucho
que no reconocemos la luz del sol.
Vivimos entre sombras,
somos fantasmas
y los muertos
no pueden escapar de su destino […]
Justo el poema del que es extraído este fragmento lleva por nombre fantasma. Es el momento cumbre del poemario, es cuando Moro transforma al lector en otro, lo convierte en una sombra, y a partir de este punto va transmutando en otros objetos, otros animales, otros conceptos. Pero siempre con la sensación de estar a la sombra, con una sensación helada en los huesos, en definitiva, con miedo.
En un segundo momento, denominado por Moro como Generación perdida, el autor se adentra a los recuerdos de la generación que vive este inicio de milenio. Una generación siempre migrante, que recuerda con nostalgia los campos, los cafetales, las cometas, la llegada de las series animadas japonesas a México. En general considero que el concepto central de este segundo momento del libro es la «memoria», justo el nombre del tercer poema de esta sección, que nos regresa al tema de la mutación, seguimos siendo sombras, pero poniendo atención a los recuerdos, viendo desde la oscuridad al pasado.
Finalmente, en el tercer momento del libro nos convertimos de nuevo en otro ser, en esta ocasión en un Hipopótamo, en especifico en los que fueron traídos por Pablo Escobar para su finca, pero no solo somos animal, sino que sentimos a flor de piel la persecución por los ríos y lagunas, los interrogatorios, la ironía de saberse cómplices del capo. Quizá, esto me quedó en mente tras la lectura, no somos más allá de animales salvajes, y como humanidad somos responsables del contexto que dio origen al capo, responsables de esta generación perdida, y solo creemos ser hipopótamos mirando a la orilla del río. ¿Es quizá esa responsabilidad la que inclinó a Moro a escribir estos poemas, como una toma de acción, intentando generar un nuevo contexto a través de la literatura, del arte?. Considero que sí, y considero que entre más lectores puedan sentir estas mutaciones hasta los huesos es como podremos ir generando un nuevo contexto y no vivir más generaciones perdidas.